Entonces aquella gota de lluvia se poso
sobre mi mejilla, y deslizándose poco a poco se fue fusionando con
las lagrimas que caían de mis ojos. Mi mirada ya no decía nada,
solo miraba al infinito mientras mi cuerpo descansaba a las orillas
de un rio. Lo único que se podía escuchar era las gotas de agua
cayendo en la superficie del rio, aquello me relajaba, era lo único
que había conseguido relajarme desde hacía mucho tiempo. No podría
decir cuanto tiempo llevaba allí, solo sé que desde que llegué no
había dejado de llorar.
Siempre me han dicho que debo ser
fuerte, que no debo llorar, que aguante, que siga adelante, pero no
puedo, ya no aguanto más, mi cuerpo apenas responde, continuamente
tengo miedo, apenas salgo de casa, los pocos amigos que me quedan no
entienden porque sigo aguantando, dicen que sólo yo puedo terminar
con esto, que no depende de nadie más que de mi, pero no me veo
capaz de terminar con esta tortura, solo le encuentro una solución
pero esa única solución me da más miedo que el mismísimo
infierno.
Poca gente entenderá mi situación,
continuamente aparecen casos parecidos en la televisión, pero
ninguno es como el mio, es como si no existieran, como si fuera una
locura, una fantasía, algo imposible, pero se dan y existen pero la
gente se lo toma a broma, piensan que es broma y que lo que sufro es
todo mentira...
Os voy a explicar como empezó todo,
fue hace unos años, cuando empecé el instituto, por aquel entonces
yo salia cada fin de semana de fiesta, disfrutaba de las sensaciones
que me ofrecía el alcohol y fue uno de esos fines de semana cuando
conocí a la persona que cambiaría mi vida.
Todo comenzó como cualquier sábado,
quedé con amigos y conocidos a las seis de la tarde en la plaza de
la ciudad, cuando nos juntamos todos fuimos a la casa de uno de mis
amigos, el cual tenía diecinueve años y tenía casa propia ya que
sus padres le abandonaron en cuanto este cumplió los dieciocho. Mi
amigo había conseguido gran cantidad de bebidas con varios grados de
alcohol, entonces yo comencé a beber. No acostumbraba a hacerlo
habitualmente, pero aquel día era un día especial, era el último
día de clase, justo antes de las vacaciones de verano, y había que
empezar a lo grande.
Mi mejor amiga me ofreció un pequeño
vaso y me dijo que lo bebiera de un solo trago, yo la mire con cara
de desconfianza, pero ella me sonrió y yo lo bebí, note como aquel
liquido bajaba por mi garganta y comenzaba a quemarme todas las
entrañas. Ardía. Enseguida conseguí un vaso de agua y lo bebí de
un solo trago, aquello solo empeoró la situación, ya que fue como
volver a beber de nuevo aquel fuego liquido. Cuando se hubo calmado
aquel ardor seguí bebiendo, pero cosas más suaves, ya que pensé
que aquel contratiempo no debía arruinar mi noche.
No tardé demasiado en empezar a decir
cosas sin sentido, aquella habitación poco a poco se iba llenando de
gente o eso me parecía a mi, todo daba vueltas, no sabía que hora
era, ni me preocupaba, la música se colaba por mis tímpanos y
revotaba en mi pecho, el olor a tabaco me empezaba a invadir,
entonces, todo el alcohol que había bebido aquella noche decidió
montarse su propia fiesta en mi estomago, el cual se empezó a
revolver. Salí corriendo de aquel lugar lo más rápido que pude.
Conseguí bajar las escaleras del piso e ir a un parque que había
allí cerca, entonces caí al lado de unos arbustos y comencé a
vomitar. Cuando terminé, me senté y comencé a llorar, no por nada
en especial, simplemente por el malestar. Entonces apareció esa
persona que os vengo diciendo, se acercó a mi y me apartó el pelo
de la cara. Al ver el estado en el que me encontraba se quitó su
chaqueta y me la colocó en los hombros, me ayudó a levantarme y me
llevó hasta su coche y de allí a su casa. Según entramos me ayudó
a tumbarme en el sofá y me echó una manta por encima, colocándome
una papelera al lado por si necesitaba volver a vaciar mi estomago de
manera precipitada. No tardé mucho en dormirme.
Cuando desperté un delicioso aroma me
envolvió completamente, cuando abrí los ojos e intenté
incorporarme las bebidas de la noche anterior despertaron y quisieron
salir de mi cuerpo lo más rápido posible. Nunca antes me había
sentido tan mal, tenía la boca seca y un dolor de cabeza bastante
importante. En cuanto me recuperé un poco me levanté y fui hacía
la cocina. Allí estaba, era lo más bonito que había visto nunca,
era una persona con un cuerpo perfecto, un pelo dorado como el sol,
unos labios que daban ganas de besarlos y no separarte de ellos
nunca.
Cuando me vio se acercó a mi y me
preguntó si necesitaba que me llevaran a casa, quise decirle que si
con la esperanza de que esa perfección transformada en ser humano me
acercara, pero no, lo único que salió de mis labios fue un: “puedo
ir en taxi”. Tras esa breve conversación cogí mis cosas y me fui,
jamás me he sentido tan mal por una chorrada tan grande.
Por suerte, al irme y coger el móvil
cogí el suyo en vez del mio, y a las pocas horas recibí una llamada
suya y quedamos en un hermoso parque donde se podían ver a varios
niños jugar.
Cuando vi su silueta el corazón
parecía que se me quería salir del cuerpo. Empezó a latir con
tanta fuerza que notaba cada una de mis pulsaciones contra el pecho.
Tenía en el cuerpo una sensación que nunca antes había
experimentado: en mi estomago se había sustituido el alcohol por
miles de mariposas revoloteando a sus anchas y haciéndome cosquillas
con sus delicadas alas dentro de mi, en mi cabeza todo rastro de
pensamiento desapareció, mis manos empezaron a sudar como si todo el
agua que hay dentro de mi cuerpo quisiera salir por las palmas de mis
manos y mis piernas comenzaron a temblar como si acabasen de correr
una maratón. A pesar de lo desagradable que pueda parecer me gustó
aquella sensación.
Cuando se acercó nos dimos un beso en
cada mejilla, y nos intercambiamos los teléfonos. Tras un silencio
un tanto incomodo me invitó a dar una vuelta, así que comenzamos a
andar. Me contó varias cosas sobre su vida, me dijo que desde hacía
unos años se dedicaba al boxeo y que se le daba bastante bien, yo le
conté algunas de mis aficiones, le dije que una de las cosas que más
me gusta es dibujar, a lo que respondió lo que mucha gente responde:
“¡Oh! algún día tendrás que hacerme un retrato”. Le prometí
que algún día se lo haría.
Pasamos toda la tarde juntos y como esa
muchas más tardes. Encajamos a la perfección, nos entendíamos,
teníamos tantas cosas en común...
Después de unos meses comenzamos a
salir, yo en aquellos momentos era la persona más feliz del mundo,
tenía a quien amaba a mi lado. No tardamos mucho en ir a vivir
juntos.
Todo era perfecto, pero poco a poco las
cosas empezaron a torcerse, ya no me dedicaba palabras dulces que
hacían que me derritiera a sus pies, ya no me acariciaba hasta que
me adentraba en el mundo de los sueños....
Todo cambió en nuestro primer
aniversario juntos, aquella persona de la que me había enamorado
salió a celebrar con su gente nuestro aniversario sin invitarme a
mi, yo no le eché nada en cara, es más, cuando volvió me acerqué
para darle un abrazo, pero lo único que me dijo es que si había
preparado la cena, cuando le dije que si se acercó a darme un beso
en la mejilla. En aquel mismo instante una bofetada de olor a alcohol
invadió mi nariz y no pude evitar preguntar si había bebido.
Entonces empezó todo, se giró bruscamente hacía mi y me preguntó
si tenía algún problema si bebía, yo le dije que no, que
simplemente lo dije por curiosidad, entonces empezó a insultarme, a
decir que siempre me metía donde no me llamaban, me dijo que era la
persona menos indicada para criticar a la gente que bebía, que por
una vez no pasaría nada. Cada palabra que decía la decía gritando
cada vez más, hasta que al final no se oía otra cosa que sus
gritos. Entonces le pedí que por favor se tranquilizara y que bajara
la voz. No debí decir eso, en ese momento todo se torció, aquella
persona que hacía que se juntarán miles de mariposas en mi estomago
se convirtió en la persona que más temería a partir de ese
momento. Según terminé de decir la última palabra un puño se
acercó hacía mi nariz con firmeza, la cual golpeó, salpicando las
paredes y la alfombra de sangre.
No supe reaccionar, pensé que me lo
merecía, pensé que aquello había sido a causa del alcohol
A la mañana siguiente según me vio
vino a disculparse, me dijo que jamás me haría daño, que no era su
intención hacerme sufrir,que jamás volvería a pasar algo como
aquello.
Yo creí todas y cada una de sus
palabras. Pero mentía. Paso lo mismo una y otra vez, las discusiones
parecían no tener fin, los insultos dolían casi tanto como cada uno
de sus puñetazos, empecé a taparme el cuerpo con ropa de manga
larga para que la gente no viera los grandes hematomas que me
cubrían... Cada vez salía menos de casa, no tenía humor para nada
y así poco a poco fui perdiendo todos los amigos que tenía. Mi vida
se iba cerrando unicamente a esa persona, ya no era una vida, ya no
era libre, el amor había conseguido esclavizarme.
La última pelea que tuvimos fue la
definitiva, realmente no recuerdo por qué empezó, solo recuerdo sus
manos golpeándome repetidamente por todo mi cuerpo, y en ese momento
en el que apenas me podía mover del dolor se acercó a mi con un
cuchillo ¡Me iba a matar! A pesar del dolor me levanté y salí
corriendo tan rápido como pude. Corrí y corrí hasta que las
piernas dejaron de responderme, entonces comencé a caminar hasta
llegar aquí, a la orilla de este río.
Muchos os estaréis preguntando por qué
no denuncié a esa persona ¿no? Pensaréis que si lo hiciera
recibiría varias ayudas ¿verdad? Pues no es así, únicamente
reciben ayuda las mujeres que son maltratadas por sus parejas, pero
cuando la victima es un hombre nadie le toma enserio, piensan que una
mujer es incapaz de pegar a un hombre, piensan que el hombre tiene
más fuerza que la mujer, pero esto no siempre es así, y cuando
intentas denunciarlo apenas le dan importancia e incluso se lo toman
a broma. Por eso estoy hoy aquí, viendo la lluvia caer, dejando que
sus gotas se mezclen con mis lágrimas, pensando en llevar a cabo la
única solución que se me ocurre, el suicidio.
