Hacia mucho que no actualizaba esto, madre mía... Ya iba siendo hora no? Bueno, hoy os traigo un relato que escribí con la intención de añadirle un dibujo que supiera transmitir lo mismo que la mirada que narro en el, pero a sido imposible, no obstante seguiré intentándolo y en caso de que lo consiga la añadiré al texto, sin más os dejo con la historia:
Era una fría noche de invierno, él
estaba sentado en el borde de la cama, tenía la mirada perdida. De pronto ella le acarició su espalda desnuda, él sentía como sus dedos paseaban a sus anchas, como si su espalda fuera un lienzo, sus dedos los pinceles y y ella estuviera dispuesta a crear la mayor obra de arte que el mundo jamás haya podido contemplar. Entonces él se giró y la miró, su pelo color cobre brillaba como
el fuego, sus ojos del color de la esmeralda lo miraban fijamente e
iban penetrando en su mente hasta que no podía pensar en nada mas.
Él se quedo mirando cada una de sus pecas como si de estrellas se
tratasen sintiéndose como en el cielo. Su olor tan dulce como su boca, le invadía los sentidos.
Notaba como sus manos se deslizaban suavemente por su piel. Poco a
poco sus labios se fueron acercando. Se rozaron con timidez y se
quedaron uno enfrente del otro intercambiando miradas. En ese momento él se armó de valor y la besó
apasionadamente. Sus labios se fundieron en uno, ella se dejó llevar, dejó que aquel beso se apoderara de su cuerpo. Tras aquel apasionado
encuentro se quedaron uno frente al otro, mirándose de nuevo, entonces él volvió a fijarse en aquellos ojos, aquellos ojos de esmeralda, aquellos ojos que le hacían perder la razón, aquellos ojos que le habían enamorado... Se dio cuenta que ya nada volvería a ser como antes, que la necesitaba en su vida, y que la necesitaba ahora. Mientras él seguía perdido en aquella mirada, y en sus pensamientos despertó.
Se sentó al borde de la cama tal y
como en el sueño, eran las 6 de la mañana de un lunes, comenzaba una nueva semana. A medida que pasaba el día no podía sacar la mirada de aquella chica de su cabeza, la mirada de la chica de sus sueños. Sabía
que aquella mirada era real, sabía que la había visto antes, pero por más que le daba vueltas a la cabeza no conseguía recordar donde. Pero entonces ocurrió, lo
recordó. Era la chica de la cafetería de la facultad a la cual solía ver cada tarde a las 3, justo después de comer. No era una chica que llamara la atención, usaba gafas y coleta y solía esconderse tras un libro de David Lozano y un
café caliente. Recordaba que en un principio se fijó en el libro,
se titulaba “Donde surgen las sombras”, él ya conocía ese
libro, se trataba de un relato de misterio. Era uno de sus libros
preferidos, lo había leído unas cuantas veces. Entonces paso de fijarse en el libro a fijarse en ella, en un principio no le llamó la atención, pero desde aquella noche... desde aquel sueño... no podía pensar en otra cosa que no fuera en aquella chica de melena
pelirroja y mirada penetrante.
Decidió pasarse cada tarde a las 3 por la cafetería, siempre se sentaba en la misma mesa, siempre frente a ella. Era incapaz de quitarle los ojos de encima, a pesar de que jamas podía verle la cara, ya que siempre la tenía oculta tras su libro. Siempre el mismo libro. Hasta que un día ella levantó la vista y le miró, y fue ahí, en ese preciso instante cuando se volvió a fijar en aquellos ojos, aquellos ojos que no había podido sacar de su mente en todo el día, aquellos ojos que se le aparecieron en sueños, y que no le volvieron a dejar dormir. Él se quedó inmóvil, no sabía como actuar, ella en cambio le sonrió, le dio un sorbo al café, cerro su libro y se marchó.
Decidió pasarse cada tarde a las 3 por la cafetería, siempre se sentaba en la misma mesa, siempre frente a ella. Era incapaz de quitarle los ojos de encima, a pesar de que jamas podía verle la cara, ya que siempre la tenía oculta tras su libro. Siempre el mismo libro. Hasta que un día ella levantó la vista y le miró, y fue ahí, en ese preciso instante cuando se volvió a fijar en aquellos ojos, aquellos ojos que no había podido sacar de su mente en todo el día, aquellos ojos que se le aparecieron en sueños, y que no le volvieron a dejar dormir. Él se quedó inmóvil, no sabía como actuar, ella en cambio le sonrió, le dio un sorbo al café, cerro su libro y se marchó.
Fue entonces cuando decidió ir a verla al día
siguiente y contárselo todo. Contarle que desde que la vio no se
había podido quitar su imagen de la cabeza. Contarle que cada noche
su mirada se le aparecía en sueños y le desvelaba. Contarle que con
sólo verla, se estaba enamorando.
Pero cuando fue al siguiente día ya no estaba, ni
el siguiente, ni al otro, ni al otro...
Pasaron los años y él se acabó
casando con una chica pelirroja, de ojos verdes, pero sabía que
aquella chica no era ella, aquella chica no tenía el pelo brillante
como el fuego, ni los ojos de esmeralda, ni aquella mirada hipnótica... Aquella chica no se
le aparecía cada noche en sueños, ni le había enamorado tanto como
ella, porque ella era única, era esa persona que nadie jamás podría reemplazar. Ella era la chica de sus sueños.
